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Hervidero

Hervidero Hierve la calle. El murmullo de todas las conversaciones sólo se rompe por el rugir de algún ciclomotor que se acerca a la plaza del mercado. Hierve la gente que camina observando los puestos de fruta, o se acerca a la churrería o se para en el Bar Vicente, museo de carteles, a desayunar unos molletes con tomate. Hierve la vida, la luz, el sol, la alegría.
El Puerto de Santa María (Cádiz). Abril de 2004

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josé maría -

OLORES DE TABERNA
Ese sentido tan primario, quizás el más primitivo que tenemos, resucitó en mí el otro día cuando entré en una taberna del entorno del Parque de Ruiz Calderón, y una mezcla de olores vino a la mente, evocando quizás otros años, otra época en la que las Casas de Vinos y Bebidas eran los habituales lugares para la tertulia, o el abandono de uno mismo, modestos casinillos de encuentros en El Puerto. A menudo, son sensaciones tan complejas que traen una emoción atada a ellas. Olores de lugares que desaparecieron, o están aparcados en el olvido del cierre: Casa Lucas, La Burra, La X, Puerto Bar, el Tabernón de Merello, Se Acabó el Carbón, El Golpe, La Alegría, El Chico. Era un olor a infancia. Olía a urinario de taberna. A meaos de vino. A mingitorio de tabanco. A se prohíbe el cante y el baile. Y se suplica el orden. Y se prohíbe escupir en el suelo, por razones de higiene. A voces de Mús, órdago a la grande, y pares llevo, juego no, con una tiza que iba apuntando, apuntalando, medias chicas y chiquitas de Fino Jardín o Peleón sic, o amontillado Coquinero, de algunas de nuestras desaparecidas bodegas, o en vías de extinción. ¿Dónde estará la solera de aquella manzanilla, por nombre ‘La Loca de la Casa’?. ¿Dónde estarán las vasijas centenarias que contuvieron nuestros caldos de crianza? ¿Dónde los útiles para el pequeño trasiego, el gasto de la clientela, el rociado y el mantenimiento de los vinos?. Con el olor a bodega, a serrín mojado, a vomitona de incontinencias verbales, a escasa luz en la Conchinchina, a moscas de vinagre y a telas de arañas renegrías por veteranas. De nuevo el olor, la sinfonía de olores bodegueros, perfumes, fragancias y esencias sobrevolando por la mente, atrapada en un tiempo compartido. Olores que evocan tierras albarizas, maderas envinadas, mosto fermentando, vino rancio, encabezamiento de alcoholes, hechura en los olorosos y recuerdos alegres en torno al fino. Olores en el recuerdo que traen, y bien atada, la evocación de un Puerto Fino. Con permiso de D. Luis.

JOSÉ MARÍA MORILLO