Jaén
Jaén tiene un castillo mágico y una mirada dorada, reflejo del alma de las olivas. Allí se llega por interminables páramos aceituneros, ondulados como el azabache de sus cabellos. El tiempo se detiene mirando el horizonte desde la muralla, inexpugnable como sus labios. Por eso llegaré tarde a todas partes siempre que pase por Jaén, porque sus cejas me retienen como los barrotes de un calabozo -dulce condena- ¿Quién puede negarse ante semejante paisaje?
A Soledad
Jaén. Mayo de 2004
A Soledad
Jaén. Mayo de 2004
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