Después de recorrer cientos de kilómetros, el Tejo llega cansado al Atlántico, por eso se va a dormir, junto al sol de otoño. El puente de hierro y cables velará su sueño. LISBOA. Octubre de 2004
El viento de otoño sopla caliente en el norte de África y arrastra las nubes que tapan al sol cuando se va a dormir tras las cúpulas llenando de magia los atardeceres tunecinos.
¿No ves, fiel escudero, aquellos gigantes que desafían al sol? Descansemos aquí del viaje y contemplemos la batalla; después continuaremos camino en nuestro Dos Rocines.
Los álamos y el carrizo esconden el sol antes de tiempo. En ese momento en que el ambiente se tiñe de naranja sólo se escucha una riña de patos entre los matorrales y algún aleteo apresurado rayando el cielo. La laguna parece un espejo y el aire huele a belleza.
Se amaron frente al mar en el asiento trasero del coche. Ha pasado el tiempo pero sus corazones permanecen allí, contemplando cada tarde la puesta de sol, como aquella vez. Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Abril de 2004
Esa hora mágica en que el sol marcha a descansar y se cierra los ojos con el antifaz de las nubes dibujando caprichosas caricaturas en el cielo y pintando de naranja la vida. Villafranca del Castillo (Madrid). Junio de 1990
Pero hasta de los sueños más dulces despertamos. A veces de manera brusca. Y hasta el vuelo más bello se transforma en un aterrizaje forzoso y para reponerse hay que esperar a los equipos de rescate. Majadahonda (Madrid). Junio de 1990
Donde paro mi coche tengo mi hogar. Sólo hay prisa por llegar a la costa antes que el sol al horizonte y contemplar desde el acantilado como cambian los colores del cielo. Baiona (Pontevedra). Agosto de 1989.