Fado
Entre el murmullo de los turistas su voz sonaba como una letanía lejana. O como el canto de los pájaros, banda sonora del parque que nadie se detiene a escuchar. También su figura recordaba a un gorrión, consumida por los años o los lamentos. Desde la cima de Alfama divisaba el Tejo a través de grandes gafas de cristales difusos y protegía de la brisa su cabello plateado con un pañuelo anudado al cuello, seco cual tierra en barbecho. Los sarmientos de sus dedos enredándose en el cielo o enraizándose en su pecho atraparon también mi atención y me detuve a escuchar. Su voz dejó de sonar lejana; atravesando las telas que me cuidaban del frío se clavó en mi corazón dejándome herido. Me apropié de su clamor y lloré con sus penas. Unos gramos de cobre intentaron pagar una deuda sin precio y de su boca salieron besos como flores de buganvilla, de sus brazos caricias como rayos de sol invernal. No podía dejar de escucharla así que marché con la cabeza vuelta a su canto para comprobar como esa voz se elevaba hasta confundirse con las nubes:
Não é desgraça ser pobre,
Não é desgraça ser louca.
Desgraça é trazer o fado,
No coração e na boca.
Nesta vida desvairada,
Ser feliz é coisa pouca.
Se as loucas não sentem nada,
Não é desgraça ser louca.
Ao nascer trouxe uma estrela;
Nela o destino traçado.
Não foi desgraça trazé-la;
Desgraça é trazer o fado.
Desgraça é andar a gente
De tanto cantar, já rouca.
E o fado, teimosamente,
No coração e na boca.
2 comentarios
Elena -
luz -